Ser un refugio seguro
🧭 Sobre cómo intento ser un apego seguro para mi hijo y lo exigente que es
La primera vez que escuché sobre el apego fue gracias a una amiga de la universidad, que estudiaba psicología. Recuerdo una conversación, aparentemente casual, en la que hablamos sobre los tipos de apego. En un momento, me dijo algo que me marcó: “Tienes mucho trabajo por hacer”.
En ese instante, no entendí del todo a qué se refería. ¿Trabajo? ¿Por qué? Pero la frase se quedó conmigo, como si hubiera plantado una semilla. Con el tiempo, esa frase se transformó en un llamado silencioso a hacerme preguntas, a explorar las raíces de mis propios vínculos, miedos y heridas.
La maternidad lo pone todo de manifiesto. Convertirme en madre ha sido como sostener un espejo que refleja imágenes de mi propia infancia. A eso lo llaman transparencia psíquica. Quería ser un refugio seguro para mi hijo, pero ¿cómo podía lograrlo sin comprender primero qué significa? Esa pregunta me llevó a leer, escuchar, observar y, sobre todo, reflexionar. Aprendí que el apego seguro no es solo algo que ofrecemos a otros, sino algo que cultivamos dentro de nosotras mismas.
Ser el refugio seguro de mi hijo no significa ser perfecta, sino ser constante. Ser ese lugar al que puede regresar cuando la vida se siente difícil. Es mostrarle que lo veo, que lo escucho, que su mundo interior importa, aunque parezca pequeño desde el mío. Es recordarle, una y otra vez, que sus emociones son válidas y que aquí, conmigo, siempre tendrá un espacio para sentirlas.
Por supuesto, no siempre es sencillo. Hay días en los que el cansancio pesa más que la paciencia. Momentos en los que mi voz se eleva cuando desearía que permaneciera suave. Pero incluso en esos instantes intento ser su refugio. Lo hago al pedir perdón, al abrazarlo después de un día difícil, al mostrarle que, al igual que él, yo también estoy aprendiendo. Honestidad, humildad y, sobre todo, reparar. Siempre reparar.
Aunque a veces me pregunto si lo estaré haciendo bien, recuerdo que cultivar la conexión con él y conmigo misma es lo único realmente necesario.
Tal vez mi amiga tenía razón. Tal vez sí había mucho trabajo por hacer. Pero ahora sé que ese trabajo ha sido un privilegio. Es la oportunidad de darle a mi hijo lo que cada uno de nosotros merece.