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Hace una semana, el día en que volvió esta newsletter, fallecía Antonio Gala. A raíz de la noticia, una periodista a la que sigo en redes compartió un video de una entrevista de las muchas que le hizo el periodista Jesús Quintero. “¿Y usted dónde encuentra la felicidad?”, le preguntaba Jesús propiciando una bellísima reflexión.
"Hace tiempo que la felicidad no la busco, me pasa como con el amor. Supongo que si el amor tiene que volver otra vez a mi vida, tocará a mi puerta. No se puede andar por las esquinas buscando el amor. Eso conduce nada más al insomnio y a la resaca. La felicidad igual, la felicidad vendrá. Y si no que la zurzan, porque tampoco es imprescindible. Para mí ya es imprescindible otra cosa, que es la serenidad. Y, poco a poco, yo que creí que la serenidad era una cosa de serenos, de esos que antes había por las calles pregonando la hora y abriendo las puertas, ahora comprendo que la serenidad es sentirse como una pequeña tesela de un gran mosaico, prescindible, mínima, confusa, pero en su sitio".
—Antonio Gala.
Antes, la serenidad me parecía aburrida, casi un obstáculo en este mundo acelerado. Creía que aquellos que eran serenos lidiaban con una desventaja en un lugar donde la intensidad de las emociones y la carrera constante contra el reloj parecían ser la única ruta. Sin embargo, ahora comprendo las palabras de Gala. Entiendo la importancia de ser esa pequeña tesela.
La serenidad no es sinónimo de inacción, ni tampoco de complacencia. Es más bien la aceptación de lo que es, de lo que somos y de lo que podemos llegar a ser. Es encontrar el orden en medio del caos, la quietud en la tormenta, la luz en la oscuridad. Un estado de gracia que nos permite apreciar la belleza en las cosas más ínfimas, apreciar el silencio, abrazar la soledad.
He logrado tomar decisiones con claridad y calma, sin reaccionar de manera impulsiva. La serenidad se ha convertido en el cimiento de la vida que deseo vivir. Me brinda la libertad para ser yo misma sin miedo, viviendo con autenticidad y propósito. Esto es lo imprescindible: dormir sin miedo y levantarme sin angustia.