#21 Una máquina de caramelos y nueve niños
Se trata de una prueba adaptada para observar la capacidad de los niños de resistir la tentación. Un sala de juegos con una máquina de caramelos en medio. Dos adultos informan a los niños que no pueden levantarse a tocar la máquina de “chuches”. Una de las niñas inmediatamente pregunta, ¿por qué?
Los dos adultos abandonan la sala, pasado un tiempo, un primer niño hace el amago de ir a tocar la máquina, se acerca pero no hace nada. Los minutos se van sucediendo hasta que la niña del por qué no puede más. Se dirige a la máquina sin dudar, le da vuelta a manecilla y ¡desastre! La máquina de caramelos empieza a expulsar todos los caramelos. La cara de espanto de la niña es inmensa. La escena de los 7 niños felices se torna en catástrofe. Susto y preocupación se leen en sus caras. Excepto un único niño, que se parte de la risa ante la agobiante escena.
Pasan los segundos y la niña responsable del desastre no ve solución a los cientos de caramelos tirados por el suelo, se echa a llorar. La angustia de la niña lleva a que otro niño salga corriendo la habitación contigua diciendo «no puedo mirar». Sufre tanto como la niña responsable.
La humanidad queda reducida por unos minutos a esa sala. Quizás todos estamos representados de alguna manera en ese experimento, me veo en la niña que señala: «por tu culpa», veo a mi pareja reflejado en el niño que grita: «qué siga la fiesta», veo a alguna amiga cercana en el niño de «no puedo mirar», veo a conocidos que también ríen cuando no toca como mecanismo para aliviar tensión. Todo lo que ocurrió allí, ya había ocurrido antes y —probablemente— seguirá ocurriendo.