#19 Milena y las palabras justas
Esther Tusquets le sugirió a su hija Milena que escribiera aquello que solo ella podía escribir. Así que Milena se puso manos a la obra, abrió un blog y empezó a escribir sobre su vida, hasta encontrar su voz, su manera de hacer las cosas.
Hablaba de hombres elegantes, de atuendos de lujo y de botas de inverno feísimas. También hablaba de amor y de amistad. Escribía y escribía hasta decidirse por contar una historia concreta en su primera novela. De hecho, mi pequeño plan de escape para este agosto va a ser hacerme con su último libro publicado Las palabras justas.
De Milena he aprendido unas cuantas cosas. A dejar de negarme a mi misma, a dejar de etiquetar negativamente en mi cabeza a ciertas actividades frívolas. Es complicadísimo camuflar quien uno es. Tarde o temprano —normalmente temprano— nos escapamos por nuestras propias rendijas, grietas, boquetes.
Mucha tendencia a la melancolía. Desde que era niña —todo lo que somos de verdad, lo somos desde niños—. No a la depresión y a la hecatombe. No a los mares tempestuosos. No a las grande tragedias. A los mares grises y planos y largos reflejando un cielo igual por el que asoman algunos rayos de sol. A las playas a las que hay que ir con jersey de cuello alto. A las noches que empiezan a las 5. A las amigas que te cogen la mano. A los amores capaces de asumir esa sombra permanente. A los que caminan solos.
— Milena Busquets